jueves, 27 de mayo de 2010

Finde en Berlin


Hola a todos.

Si, ya se, hace un montón de días que no escribo. Pero es que no he tenido Internet. Cuasi presa de la locura y con un síndrome de abstinencia solamente comparable al de un adolescente con dos brazos rotos he regresado esta mañana al ciberespacio de las manos de un fornido técnico en telecomunicaciones alemán. Lo acaecido en estas tres semanas y pico en las que he estado “unplugged” (por utilizar una palabra que suena cool) merece varios artículos. Debido al anacronismo que va a predominar en las siguientes tres entradas comenzaré por el hecho más reciente con objeto de que al menos una de ellas se ajuste a mi estado de animo actual.

El fin de semana pasado volvimos a Berlín a un emotivo reencuentro con nuestros amigos (Giorgia, Richard, Ilaria y Mateo, gracias por este gran gran finde) a disfrutar (por casualidades de la vida, nos enteramos al llegar) del “Festival der Kulturen” de Berlín. No es el ya fallecido “Love Parade” pese a que vimos una cantidad de lesbianas enorme (de las “lesbiana tipo” = tía del monton + tía/hombre, nada de esas que salen en la MTV y que mi amigo Sumi gusta de llamar “guarrillas”).

Fuimos a Berlín en un MitfarGelegenheit. Esto es algo a importar. Cuando tienes que hacer un trayecto en coche de la longitud que sea te apuntas en una página web diciendo de donde sales y adonde vas y a que hora poniendo un precio por persona por trayecto y un teléfono de contacto. Tú que quieres ir llamas a ese teléfono, acudes a la cita, haces el viaje y pagas el dinero acordado. Es más barato que el transporte público, se llega antes y se preserva el medioambiente. El único motivo por el que se me antoja posible que esto no lo hagamos en España es la desconfianza que puede generar viajar con un extraño, pero a estas alturas de la vida deberíamos de dejar estas cosas a un lado.

El caso es que llegamos a Berlín que se había puesto de gala para un festival que se componía de lo siguiente: un recinto ferial con un montón de puestos supuestamente “étnicos” de los diferentes grupos culturales de Berlín en los que se ofrecía artesanía (Made in China), comida (carísima y mala predominantemente) y cerveza (a unos precios exorbitados que nos invitaron a ir a la tienda más cercana al recinto donde nos vendieron botellas de ½ litro a 1,5 euros); y un desfile al estilo “carroza con trató” donde pudimos ver a los hombres y mujeres más feos de Berlín.


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El viernes estuvimos de tranqui bebiendo cervezas de 11 a 4, el sabado madrugamos y a las 2 de la tarde nos plantamos en la feria que recorrimos hasta las 11 de la noche tras lo cual nos llegamos a un bar horrible que hay en Berlín llamado “Madame Claude” donde nos apalancamos y movimos a casa porque el domingo volvimos a salir y lo dimos todo en el “Rosi´s”, club cool con dos salas de música electrónica, una zona de chill-out con mesas, sillas y si, una playa de imitación a medio kilómetro del río (no lo penséis, son alemanes) y un hombrecillo de 60ymuchos que con una parrilla hacía perritos calientes hasta el amanecer… que en esta mierda de latitud se produce a las 3.30 de la madrugada…

Volvimos a Hamburgo el lunes por la tarde algo resacosos pero animados porque la estampa que dejamos atrás en Berlín no queda tan lejos...


domingo, 2 de mayo de 2010

1º de mayo en Hamburgo

He de reconocerlo: nunca he asistido a ningún acto reivindicativo el 1º de mayo.

Me consideraba obrero a mis 16 años (sin haber trabajado aun en mi vida) cuando cantaba el "Vals del obrero" levantando el puño izquierdo porque, eso si, siempre me he considerado (y espero siempre considerarme) una persona de izquierdas.

Cuando comencé a currar con 19 años (de carnicero en el Alcampo de Utebo, que tiempos) y a través de los años y los curros posteriores, apredí a interiorizar esa cultura del trabajador español antireivindicacionista: aguantar lo que te echen, hacer horas sin pretender que te las paguen después, recelar de los sindicatos, tolerar las broncas injustificadas de jefes mucho más ineptos que uno mismo, amenazar con la revolución entre camaradas y luego no secundar las huelgas por miedo del que dirán de mi (¿como es posible que entre los trabajadores la palabra huelga haya adquirido una connotación tan negativa siendo el ejercicio de ésta un derecho?)

Cuando mi partner sentimental encontró trabajo en Hamburgo algunas de las condiciones laborales fueron: jornada flexible y prohibido hacer más de 40 horas a la semana excepto mediante permiso. Las condiciones eran explicadas en inglés y al ver la cara de perplejidad de ella uno de los entrevistadores le preguntó si había algo que no entendía y cuando fue a contestar la otra entrevistadora cortó a su colega y le dijo que no era un problema idiomático, sino la típica respuesta de franceses y españoles a los que siempre había que repetirles o explicarles este punto porque la mentalidad en su país es del todo distinta. Lo curioso es que es totalmente lógico pensar así e ilógico hacerlo de cualquier otra manera.

Ayer fuimos a tomar unas cervezas al barrio de Sternschanze tras lo cual nos separamos porque yo había quedado con una nueva tandem que tengo aquí en Hamburgo (Juliane, una alemana super maja... que suerte estoy teniendo con los tandems) y Ursula se vino a casa. Tras el tandem volvi a casa para cenar volviendo a atravesar el barrio de Sternschanze. Dicho barrio es donde quiere vivir toda la juventud de la ciudad porque es algo así como la Magdalena o el Casco de Zaragoza: una zona joven, con multitud de bares y tiendecillas, calles peatonales, en el centro de la ciudad, multicultural y colorida... Sin embargo ayer el panorama era bien distinto.

La calle principal estaba sembrada de cristales rotos y para el momento que quise darme cuenta había pinchado la rueda trasera de la bici, por lo que tuve que apearme y seguir andando. Eran las 10 de la noche: las farolas de Hamburgo (como en toda Alemania) la mitad de brillantes que en España dando a la escena un ambiente muy del XIX (parecía que Jack el Destripador iba a salir de alguna esquina); focos de policia intermitentes que se veían reflejados en cada rincón; calles llenas de personas paradas con la mirada en un punto fijo en una confluencia de calles acordonada por la policía para evitar concentraciones de gente donde se estaba leyendo algún tipo de comunicado que no entendí pero donde se repetía continuamente la palabra "policía"...

En ese momento oigo un ruido de pasos y la gente de la calle se aparta de en medio hacia las aceras tapándose la cara... y los veo. Un grupo de policías con traje de antidisturbios (de estos de meter miedo con casco y pantalla, botas acorazadas, uniforme con algún tipo de blindaje que no pude distinguir y la porra en ristre). Avanzaban a paso ligero marcando el paso con golpes de voz como auténtica cohorte pretoriana dispuesta a acabar con lo que se pusiera de por medio. Me aparto de la calzada, me arrimo todo lo que puedo a la fachada del edificio y sigo caminando en silencio, mirando al suelo, con una mano en el manillar de la bici y la otra en el bolsillo. Todo el mundo a mi alrededor hace lo mismo.

En mi camino a casa me cruzo con otros tres grupos de policía iguales (desconozco cuantos habría en total) y con multitud de personas en pequeños grupos ataviados con sudaderas con capuchas, silenciosos, y con la mirada fija en los policías. Por fin llego a casa, una película y a dormir, otro sábado será. Hoy los periódicos locales hablan de disturbios durante toda la noche.

La pregunta es ¿preferimos esto o lo de España (Zaragoza con 4000 personas menos en la manifestación que el año pasado)?